Homilía del Domingo 18 del ciclo litúrgico C, 1998
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2. August 1998 - St Leonhard Internationale Englischsprachige Gemeinde
1ª
Lectura Ecl 1,2; 2,21-23
2ª
Lectura Col 3,1-5.9-11
Evangelio Lc 12,13-21
1.
Vanidad
- Vanidad –todo lo que hacemos se queda en
vanidad.
La lectura del libro de Qohélet parece totalmente ligada al escepticismo
y al goce. Vivir y gozar en el aquí y ahora es todo lo que queda –
así parece escucharse –. Un profundo escepticismo se expresa con
estas palabras. Uno no espera de la vida aquí nada más importante.
- Pero
el texto permite leerse también de otro modo totalmente diferente. ¡Qué
alegría! No tengo que dejarme desconcertar por el éxito - dinero
y todo lo de los demás. El que los otros parezcan ser más afortunados
no es señal de que sean mejores seres humanos.
- El predicador
Qohélet
canta la relatividad del éxito y de la riqueza. Son cosas penúltimas.
Tenemos la responsabilidad de poner en juego nuestros dones y cuidar de
nuestra
familias
2. Muertos vivientes
- La imagen
contraria es el rico labrador
del Evangelio. Él hace algo diferente. Con la decisión de descansar
sobre sus provisiones ya está verdaderamente muerto porque ya no espera
nada más de la vida.
- Lo que para Qohélet es vanidad, para
él es lo único. No quiere ni necesita más. Para Qohélet
alguien así es como un muerto ambulante.
- No vivimos anclados en
el pasado. “El sentido de la vida”, dice Jesús, “no
consiste en que un ser humano viva en la abundancia a causa de su
gran
fortuna”. Examinado con precisión, así vive un hombre
sólo del pasado.
3. Futuro
- Para Jesús
la vida siempre
es apretar el paso hacia el futuro. Pero esto no precisamente en esta
estrecha
escala con la que justamente se mide el futuro por nuestra cuenta
bancaria.
- Tampoco
el acopio de riquezas - sea dinero o prestigio - es ningún futuro. No en
vano se derrumba más de uno, si ha procurado y tenido éxito a lo
largo de la vida y después en la crisis, cuando de una vez se retira del
carrusel del éxito, es viejo o incluso enfermo.
- De la sugestión
del éxito y de la limitación de las pre-visiones sólo llegaremos
a liberarnos si esperamos la plenitud de Dios y reunimos tesoros ante
Él.
Esto tiene como precio el valor de burlarse de muchas cosas
considerándolas
vanidad, de lo que es adorado por la gran mayoría como becerro de oro.
Amén.
Publicado sólo en Internet salvo una refundición
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